Esta
frase era una de tantas que mi padre nos repetía en latín cuando éramos críos, traducida
a román paladino “explicaciones no pedidas, culpita manifiesta”.
Evidentemente, la primera reacción es dar
explicaciones para subsanar de la mejor manera posible el error cometido.
Como anécdota, aquel crio pequeño que
rompió la lámpara del salón con la pelota, al ser consciente del desastre provocado y
del posible enfado de sus papás, a toda prisa les dijo: Se ha roto la lámpara
del salón y yo no he sido, ha sido la pelota quien la rompió.
Al fin y al cabo, las explicaciones no dejan
de ser verdades a medias y delatan la
culpa por mucho que queramos esconderla o adornarla.
Preferible es decir verdades completas a
tener comportamientos adolescentes.
Un adolescente austriaco si tenía que dar
alguna explicación utilizaba la única frase que sabía en castellano: ¡Mamá hay
una rana en la bañera!
¡La cantidad de ranas que habré escuchado y dicho en este tiempo!
¡La cantidad de ranas que habré escuchado y dicho en este tiempo!
Reconozco que “las ranas” más divertidas,
patéticas, ocurrentes etc., han sido las que he recibido, otro día contaré la
más patética y divertida a la vez.
¡Buen puente!
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